Si crees que existen sectas o grupos secretos que protegen a los inocentes y castigan a los malvados… pues, si existen. Son niños tomados de diferentes ciudades, países, culturas. Niños que nacen con una marca especial, una cruz invertida en algún lugar del cuerpo y como imaginas son muy pocos, pero esos niños son increíblemente poderosos gracias a que llevan una luz interior, una energía sobrehumana. Ellos son las luces de la oscuridad o así me llamaban desde que tengo memoria.
Me llamo Lucy y nací en algún país de América del Sur, lo sé porque los padres no permiten que olvidemos nuestras raíces, dicen que eso nos permite seguir siendo humanos. Nunca he pensado en odiar mi destino o a los padres que me separaron de mi verdadera familia, tener una misión o un destino me hace sentir tranquila. Ya no debo buscar más, solo lo voy a cumplir.
Lo que nos hace «Luces de Oscuridad» es la energía celestial que somos capaces de almacenar. Según los ancianos de la iglesia, yo llevo una energía realmente potente que ninguno recuerda haberla visto antes. Ellos guardan la esperanza que pueda invocar a Gabriel, sí, hablo del Arcángel Gabriel. Pero no soy la única que puede invocar un arcángel…
Yo fui descubierta a los 6, otros desde su nacimiento y muy pocos son tomados en la pubertad, como Bruno quien lleva a Miguel o Kale que lleva a Sophiel. Ambos son poderosos y han llegado a materializar a los arcángeles, una tarea casi titanica. Pude verlos por primera vez el día que Bruno llego al monasterio.
Ese día había salido a caminar con Kale, me contaba de su país; una ciudad pobre que era tierra de nadie, donde las injusticias se respiraban a diario y él agradecía nacer con el poder de hacer justicia. Mientras caminábamos pudimos ver la puerta principal, la puerta que nos separaba de la humanidad, se abría para dejar entrar al padre Francisco con un joven rubio de cabello revuelto, unos 17 años quizás; me miro con desdén, pero su odio se centro en Kale, quien también lo miro con asco.
Algo pasó y sin que el padre o yo pudiéramos hacer algo Bruno se lanzo sobre Kale, quien logro esquivar el golpe. Pude ver al padre Francisco arrodillarse para rezar, para alejar a los demonios, para pedir por la paz, por cualquier cosa rezaría, es por eso que él no pudo verlo, pero yo sí. Sophiel y Miguel estaban sobre Kale y Bruno, ambos se reían. Ellos notaron mi presencia y me hicieron señas que no dijera nada.
- Veo que en esta vida también serán buenos amigos- la voz del padre José me hizo saltar del susto. El padre era el más viejo de todos y por lo mismo el líder de la secta.
- ¡Padre! ¡deténgalos!- el padre Francisco se había levantado
- oh, hermano… -sonreía- esto no es nada. En todas sus vida ellos se han llevado así.
Ahora Sophiel y Miguel besaban la cabeza del padre José, quien me miraba extrañado.
- ¿Puedes verlos?
- Sí…
- Entonces recién están descubriendo sus poderes, pronto ellos tendrán forma y su luz podrá verla cualquiera y si la vida lo ve necesario tendrán carne.
- ¿Tomaran carne? -eso sonaba horrible
- No es como lo piensas -había leído mi rostro- poco a poco comprenderás.
Ese día Kale y Bruno continuaron peleando por 2 horas, pero en algún momento se cansaron y fueron a dormir. El día de hoy ambos se llevan muy bien, pero de vez en cuando explotan como aquella vez y puedo ver a Sophiel y Miguel reírse.
Hasta hoy solo somos nosotros 3. El padre dice que los otros chicos están entrenando en sus monasterios o sedes, pasaran unos años hasta que todos nos reunamos. Por ahora solo debía entrenar. Los padres nos intentaron explicar con calma las cosas, pero algo en sus miradas me decía lo que venía, algo los atemorizaba. Tal vez las cosas en el exterior no andaban tan bien como deseaban.