Mensaje de ella
Araña, ¿estás seguro?
Mensaje de Franco
Él jamás se equivoca
Mensaje de Araña
Ya lo leíste. ¡Hazlo!
Mierda, pensó ella. Pero lo iba hacer, sea como sea lo haría. Debía infiltrarse en el salón de profesores y encontrar algo en la computadora de su profesor de historia, algo que demostrara los actos ilegales que cometía con los alumnos. Ella estaba segura que el profesor era un corrupto, y lo sabía porque se había negado a “llevar asesorías extras” con él para aprobar el examen pasado; y el hostigamiento no acababa, ahora el profesor la acusaba de ser mala alumna y su incompetencia para aprender en clase. Lo odiaba, ella solo quería una vida tranquila en la escuela, pero él no se la permitía.
A todo este acoso debía sumar el de la semana pasada; si bien ella no era la mejor estudiante porque llegaba tarde, se dormía en las clases, no hacía los trabajos o tareas, y no socializaba con su salón, nunca la habían molestado y menos un profesor. La situación se le salía de las manos, el profesor le había pedido que se quedará después de clases para conversar y le insinuó que podría agradar más a sus compañeros si fuera más femenina, más cariñosa con ellos, incluso con él… ella lo repudio y le dejo en claro que si insistía o mencionaba algo semejante nuevamente se aseguraría que todo el mundo supiera de su acoso.
Ella tenía al carácter tan volcánico y volátil que pocos podían seguirle el ritmo y como consecuencia tenía pocos amigos, y en su odio y fastidio por el profesor dos chicos le tendieron sus manos.
Primero comenzó a sentir la mirada penetrante de Franco, no sentía que fuera una amenaza, pero sí que estaba descubriendo su alma. Aquel chico de ojos negros cubiertos por uno lentes horribles y pasados de moda que constantemente se dormía en clase y pasaba desapercibido en las clases deportivas, al igual que su único amigo, el llamado Araña.
Ese chico si era raro, su cabello ondulado tapaba su rostro y por más notas o advertencias que le hicieran por su cabello a lo máximo que llegaban era a que él se hiciera un moño torpe. No participaba en deporte, decía estar lesionado y jugaba con su celular, incluso en las clases de ciencias. Además, siempre tenía ojeras y los ojos perdidos, su delgadez preocupaba a algunos profesores y cuando alguien intentaba acercarse a él solo te respondía con una gélida mirada. Dos raros y antisociales le habían tendido la mano a ella, y ella las estrecho.
Ambos chicos se unieron con la excusa que estaban aburridos y más aburridos de profesores como el que la acosaba.
Todo lo antes mencionada la había llevado al momento del “ahora”. Ahora se encontraba buscando pruebas, comenzó por archivos con nombres o correos relevantes para el profesor de historia, pero no había nada. Mierda, se le acababa el tiempo. Tenía que llamar a Araña.
- No entiendo ni un carajo –dijo exasperada
- De verdad eres decepcionante, pero te felicito porque aposté con Franco que me llamarías dos minutos antes y perdí. Me lo cobraré –hizo una pausa y se escuchaba sus dedos teclear a toda velocidad- ingresa el url que acabo de enviarte.
- Listo, ¿ahora? –lo había hecho lo más rápido que pudo
No necesito esperar respuesta, vio como las pantallas del salón se encendían e incluso el viejo televisor del salón.
- Oye –le dijo por el teléfono- ¿quieres hacer una apuesta?
- ¿Sobre? –ella ahora estaba cautelosa, debía serlo. No conocía realmente a Araña
- Que el profesor será expulsado el día de hoy y no será el único
- ¿Qué hablas? Además, no tengo dinero… no tengo que apostar.
- Entonces, diremos que es un favor –volvió a escucharse el sonido de las teclas a toda velocidad.
No podía creer lo que veía; comenzaban a salir correos, fotos, pero no las entendía todos, incluso vio depósitos. ¿Cómo tantos cerdos podían enseñar juntos? Su celular vibro y tuvo que leer el mensaje:
Un profesor se acerca, es momento de que salgas. Franco
- ¿Leíste el mensaje no?
- ¿Franco estaba vigilando?
- Sí, su buena vista y poca presencia resulta útil. Ahora muévete, si no quieres meterte en más problemas.
Salió lo más pronto que pudo y dejo todo prendido, tenía miedo que se dieran cuenta de lo que había hecho, pero Araña le había asegurado que nadie se daría cuenta. Tenía que confiar en él.
Mensaje de Araña:
Te esperamos en el comedor, trae papas fritas tenemos hambre.
Ahora tenía que ser su mandadera y antes de ir al comedor fue por las papas. La conversación que se daba a su espalda en la fila para la comida llamo su atención.
- ¡Oye! ¿Has visto lo que están pasando por el televisor? –su tono era alterado
- No solo el televisor, en todas las pantallas están –interrumpió un chico
- ¿Qué? –ahora asombro
- Lo de los profesores… correos y fotos que enviaban a alumnas para extorsionarlas, incluso algunos piden dinero para aprobar.
- ¡¿Dónde puedo ver eso?! –había grito e interrumpido la conversación sin pensarlo.
- Ah… -el chico estaba asustado- puedes verlo ahora en el televisor del comedor
¡Mierda! No tenía tiempo para comprar papas, debía verlo todo. Qué diablos pasaba, tenía que saberlo. Y lo supo, cuando se colocó frente al televisor del comedor.
El profesor de historia, lenguaje antiguo, inglés, y otros, estaban siendo descubiertos y colocados en el cepo de la justicia por sus actos de corrupción y acoso a los alumnos y alumnas. Sus correos dejaban al descubierto sus acosos e insinuaciones a las alumnas, por otro lado, todos habían recibido dinero de los alumnos luego de amenazas. Era repugnante, pero placentero ver como caían uno a uno.
Todo este esplendor fue opacado cuando la secretaria del director ordeno que apagara los televisores y computadoras de todo el lugar, pero era tarde. Nadie podría olvidar lo que vieron. Todos dibujaban un rostro lleno de emociones complicadas, pero solo dos personas parecían disfrutar el espectáculo; dos alumnos sentados en la mesa más lejana. Araña y Franco sonrían frente a todos, y sus ojos se asemejaban a las lenguas de fuego que se pueden encontrar en el infierno, o eso pensaba ella. Sintió miedo, miedo de aquellos dos.
Pero el miedo pronto desapareció, termino su carrera sin volver a hablarles ni recibir un mensaje de ellos, pronto se olvidó de lo ocurrido. De esto han pasado 8 años, y tiene un vago recuerdo de aquellos años y lo que paso con los profesores.
En la actualidad su vida no era lo que esperaba; con un trabajo mediocre y un salario mediocre, sin parejas formales, sin motivo o razón para levantarse un sábado de la cama. Hasta que, mientras intentaba sacarse de encima a su perro, recibió el mensaje.
Mensaje de número desconocido:
Ahora nosotros necesitamos un favor. Araña
Nunca creyó volver a leer ese nombre, y ¿cómo diablos tenía su número?, ¿en qué estaban metidos?, favor… devolver favor… acaso lo de aquella vez había sido un favor, se llenaba de dudas y un sudor frío recorrió su espalda, pero ahora lo más importante era decidir, ¿debía responder?
Mensaje de número desconocido:
Responde, sé que es tu número. Araña
¡Diablos! Ahora si no podía huir. Ellos habían vuelto a su vida.