JACK
Si mi vida no hubiera sido lo que es, quizás, yo también diría que los ángeles son seres puros enviados por dios para cuidarnos, pero mi concepto está lejos de ser eso. Akel no es mi ángel guardián, solo es un ángel con sentimiento de culpa o eso pienso luego de años de convivencia.
- Hola Zael… -saludo mientras intento no mirar su cuerpo
- Jack, te has despertado temprano o… quizás… ¿no te dejamos dormir? –se burla mientras se coloca el polo de Akel.
- La verdad… no, me quede estudiando –jamás le confesaría que no pude dormir por masturbarme mientras los escuchaba.
- Ya veo… le diré que debemos hacer más ruido o quizás deberíamos invitart… -aparece Akel, quien lo calla con un golpe en la nuca
- ¡Cállate! De verdad… fuera de la cama eres insoportable –puede ser insoportable, pero siempre lo invita- ¿A qué hora sales de estudiar hoy?
- Me pasaré al trabajo… -le respondo colocando mis ojos en blanco… odio esto
- ¡Eso significa que me puedo quedar hasta tarde! –grita emocionado Zael mientras se cuelga de Akel
Tomo jugo de naranja directamente de la caja y me voy sin despedirme, después de todo se han vuelto a meter al cuarto.
Si se preguntan cómo llegue a vivir con un ángel gay debo aclarar que no fue por decisión propia, o sí, pero no me di cuenta del gran error que cometía y que muy tarde percibí sus peculiares gustos, decir que es gay sería limitarlo. Akel ama cualquier cosa que tenga un hueco y le dé placer, pero siempre supe que era un ángel, desde que me ayudo… hace muchos años.
Solo vivía con mi madre y mi abuela. Pero una noche entraron a robar a la casa y por alguna razón las mataron a las dos, yo sobreviví porque mi madre me escondió detrás del cesto de ropa sucia. Pero escuché todo, las suplicas de mi abuela y las balas que les dieron fin.
Recuerdo todo, aunque solo tenía 7 años, la familia de mi madre y padre venían a darme el pésame y cuando conversaron de quién me cuidaría decidieron que lo mejor era que yo fuera a un orfanato y alguien que me necesitara me tuviera, acordaron que al día siguiente vendrían por mí. Esa era mi última noche con los cuerpos de mi madre y abuela, y todos me habían dejado solo. El silencio y la oscuridad me molestaban.
- Niño ¿quieres venir conmigo?
Me dijo un hombre desde las sombras, no podía ver su cara, ni su cuerpo, pero su voz se escuchaba como si me estuviera susurrando un secreto.
- Sé que no quieres ir con aquellas personas… y sé que no serás feliz si vas con aquellas personas. Yo te ofrezco otra vida… decide. Se lo debo a ellas, también las voy a extrañar. Debí estar, debí protegerlas… -su voz parecía un lamento.
No dude ni un minuto, no tuve miedo, no tuve que pensarlo. Aquel hombre las iba a extrañar tanto como yo y eso me bastaba para confiar en él. Fui a la oscuridad y lo abracé lo más fuerte que pude.
- Llévame –le grite mientras mojaba su ropa con mis lagrimas
- Perfecto
Y las vi… sus hermosas alas desplegarse, una negra y la otra blanca. Aquel ser era mi ángel guardián, era Akel.
Tarde me di cuenta que de ángel guardián no tiene nada. Es un ángel caído o quizás expulsado del cielo, odia las iglesias y encima pervertido. Al principio llevaba hombres y mujeres a la casa, desde que yo cumplí 11 comenzó a llevar hombres, luego me di cuenta que no eran hombres normales, eran ángeles o demonios, magos, elfos, creo que una vez trajo un muerto. Le pregunté por qué hacía eso, pero nunca me respondía y tampoco dejo de traerlos, hasta que un día uno de los demonios entro a mi habitación en la noche e intento besarme y Akel lo descubrió… recuerdo que extendió sus alas y lo saco por la ventana no sin antes golpearlo. Me pidió que nunca me acerque a otro hombre y no volvió a traer demonios y tampoco a cualquier ángel, suele tener sus favoritos, entre todos ellos está Zael.