Nek acaba de llegar y exigió una explicación del betha responsable, mientras Kan y Burz bordeaban el castillo en búsqueda de puntos débiles.
- ¿Qué hacen acá? –Nek encaro al beta- ¡Su deber es estar como seguridad del príncipe! ¿Dónde está el príncipe? ¿El harem dónde está?
- Señor –el guardia se arrodillo ante su señor- los alphas nos tomaron por sorpresa, intentamos combatir, pero eran demasiados y el harem fue capturado y llevado al calabozo. El príncipe está sin su harem.
- ¿Cómo está él?
- No lo sabemos
- ¡Busca a alguien que lo sepa! ¡Ya! –qué mierda estaba pensando, se preguntaba Nek
- Nek –interrumpió Burz, quien traía una herida fresca en el rostro- están armados, no nos dejarán entrar por las buenas
- Ni por las malas… -agrego Burz tirando dos cadáveres alphas.
- ¡Entonces será por las peores! –sentencio Nek- ¡Guerreros de El Jardín de las Flores ya tienen sus órdenes!
Nek se colocó frente a la puerta del castillo con todos sus betas detrás, los alphas los vieron y comenzaron a burlarse con los típicos insultos. Uno tomo la palabra.
- ¿Qué buscan? Este no es ni será su castillo, ni reino. ¡Vuelvan a sus tierras!, inmundos tercera clase.
- Morirás con tus palabras en la boca –murmuro Nek, solo los betas lo escucharon y sonrieron ante lo que vendría.
Los alphas sintieron una ola de olor, no como la que ya estaban acostumbrados, esta quemaba, perforaba la piel, ingresaba a la garganta y quemaba la lengua, los dientes. Uno a uno los guardias fueron cayendo al suelo, primero tosieron, luego vomitaron sangre hasta que sus ojos se voltearon. Estaban muriendo.
- Tomen el castillo y liberen a nuestro príncipe.
- ¡Sí! –ese era su líder, su flor venenosa.
- Kan, Burz, ustedes vienen conmigo, buscaremos a Zaf y rescataremos a Az.
- No será necesario, Az está con Zaf –dijo Burz mientras señalaba los hilos
- Excelente –pudo respirar, al fin una buena noticia.
- ¡Ey! ¡Perros! –había llegado la legión de alphas- Vuelvan a la perrera
Siete de los mejores guerreros alphas no era competencia para Burz
- Encárgate de estos insectos
- Será un placer, amo –se remango las mangas- a ver cachorros, es momento que un verdadero perro los adiestre.
Kan y Nek siguieron su camino. Por todos lados se escuchaba el choque de una espada o gritos. Nek había suprimido su aroma y el olor a sangre comenzaba a invadir todo el castillo. De rato en rato aparecía un guerrero, pero Kan lo eliminaba rápidamente.
- Busquemos en su habitación.
- Alto, mi hermano no quiere molestias –el príncipe Mika los esperaba en el cruce de camino- vi que los betas se estaban moviendo y la única razón podía ser tu llegada. Pienso que podríamos divertirnos un poco, ¿no crees?
- Príncipe Mika –Nek debía guardar la compostura- yo no podre entretenerlo, pero con gusto los dejo en buenas manos. Kan hazte cargo.
- ¿Cómo te atreves? –lanzo su látigo contra el suelo
- Tenga la seguridad que él lo tratara mejor de lo que yo lo podría hacer.
Lo que Nek ni Mika podían imaginar era lo que pensaba Kan en aquel momento. La ropa, actitud y arma de Mika le recordaba su más oscuro pasado.
Nek siguió su camino maldiciendo no ser un alpha y poder guiarse por el aroma del príncipe. Llego al pasadizo que conducía a la habitación de Az y vio como ocho alphas intentaban entrar, pero los hilos los detenían. No se habían percatado de su presencia, no eran más que perros. Cuando uno volteo a verlo les aviso a los otros, Nek no podía perder tiempo y despidió todo su olor ahogándolos y matándolos de forma automática. Rompió los hilos y la puerta se abrió, estaba llena de sangre y las paredes estaban salpicadas de piel, piel de alpha. Pero no había señal de Az o Zaf
- ¡Mierda! ¿Dónde están? –la cama estaba destendida y la ropa de Az seguía caliente- Az anda sin ropa.