La primera vez que Az entro en celo se encontraba en su habitación, completamente solo podía escuchar la respiración de sus dos guardias afuera de la habitación. El jadeo se hacía más intenso y podía imaginar los colmillos de sus guardias sobre él.
Su cuerpo comenzó a arder, sus manos temblaban mientras intentaba –torpemente- masturbarse; no era suficiente. Comenzó a jugar con su tetilla derecha, mientras ajustaba las piernas. El corazón bombeaba, y los jadeos se hacían más fuertes.
- ¡Necesito más! ¡Más! –gemía como una hembra llamando a un macho.
La puerta se abrió de golpe y vio como sus dos guardias se estrellaban contra el suelo. La sangre lo hizo sentir nauseas. Pero antes de poder vomitar un extraño olor aturdió sus sentidos. Un alpha estaba cerca.
- Delicioso –vio esos colmillos
- Ábrete más, ábrete para nosotros…
- ¡Cállense! No aguanto más –le ordenó- Tú, sujétalo.
Sus ropas fueron desgarradas como si hubieran sido hechas con papel, comenzó a llorar, se sentía húmedo, era sangre… estaba seguro. Lo había volteado y casi se ahogaba con la almohada, pero aún podía escuchar la respiración y jadeo de sus hermanos. Al terminar, solo escuchaba la puerta cerrarse y los rugidos de sus tres hermanos. Eran animales. Esta escena se repetía cada vez que entraba en celo, a veces venían los 3, y otras veces venían por separado. Él prefería a los 3, así ninguno le haría demasiado daño, sobre todo no quería quedarse a solas con Mika.
Cuando lo veía llegar su cuerpo comenzaba a temblar, ya sabía el dolor que tendría. Su hermano era un sádico. La primera vez que estuvieron solos lo colgó en el aire y amarro sus piernas con una vara que lo obligaba a tenerlas abiertas, casi en 180° grados.
- Dicen que los omegas se curan rápido, ¿será verdad? –le pregunto aquel día
- N-n-no lo sé –comenzó a titubear.
- ¡Vamos a intentarlo!
Az sintió la lengua de su hermano recorriendo sus piernas. No quería sentir placer, no quería que su hermano de burlará, pero era imposible… al ser omega se excitaba con facilidad, estaba completamente mojado y goteando. Luego de unas cuentas lamidas sintió el dolor. Mika le clavo una cuchilla en el muslo
- Por fa-favor… -Az gimoteaba
- Me excitan tus lágrimas, me hacen querer hacerte más, dejare que alcances el placer…
El segundo corte, el tercero, el cuarto… en el décimo los primeros cortes comenzaron a cerrar.
- ¡No aguanto más!
Mika levanto la vara de fierro y lo penetro de una forma tan brutal que Az sentía la sangre en su interior, y también un dolor ardiente en su cadera ¿el hueso se había salido? ¿se estaba rompiendo la cadera? Y mientras intentaba concentrarse en el dolor Mika seguía riendo y recordándole que solo era una perra y esto sería su vida de ahora en adelante.
- ¡Grita! ¡Llora! ¡Que todo el palacio te escuche!
Az no dejaba de llorar y suplicar, cuando no pudo más empezó a gritar… todos en el castillo lo podían escuchar, pero nadie podía intervenir. Las heridas de las piernas –ya casi sanas- le ardían, pero no podía mover las piernas. Mika le estaba cortando la espalda, ¿le estaba escribiendo algo?
- Eres toda una perra –más profundo- no has dejado de venirte, no has dejado de gemir… ¿debería acabar dentro?
- No, por favor –la idea lo aterraba- no… no…
- Tienes razón…
Siguió penetrándolo, hasta que acabo en sus nalgas. Una vez satisfecho corto las cuerdas que lo sostenían y Az se impactó contra el suelo helado. Bañado en sudor y sangre perdió la conciencia. Semen, sangre, lágrimas, orina, todo era suyo. Ser omega era un dolor.
Cuando por fin recobro la conciencia alguien lo había levantado del suelo, alguien que olía a flores. Se sentía limpio, pero muy adolorido. ¿Aquel extraño lo había bañado? No pensó más y dejo que su mente divagara, estaba demasiado agotado.