Quizá no da para más
Es muy probable que hayas pasado por algo similar, ya sabes, una se da cuenta de que no es el indicado, cuando irremediablemente es algo insostenible, pero, por alguna extraña razón, se insiste. Incluso, se llega a la ridiculez de decir: «¡Yo puedo! ¡Solo un poco más!». Y comienzas a contar los días, por no decir las horas, que vives con eso en las manos. Sabes que no se puede más. Quizá sea para otra persona, pero no para ti.
Leer un libro es iniciar una relación. Cada etapa de la vida nos permite conectar con mayor facilidad con ciertos géneros, y también impide que podamos hacer clic con otros. Muchos lectores masoquistas creemos que, al abrir un libro, estamos haciendo un pacto de sangre para terminarlo y no necesariamente es así. La lectura no debería ser una obligación. Eso quiere decir que, si has empezado una historia y en la página 20 sigues sin conectar, sin entender, con la horrible necesidad de volver atrás porque ya se te olvidó lo que estabas leyendo, es muy probable que debas extirpar ese libro de tus manos casi como si fuera un tumor.
Probablemente sea tan doloroso como suena. Resulta casi traumático porque tenemos, en muchos casos, la sensación de que el libro nos culpa (¿o somos nosotros mismos?). Nos llamamos los malos lectores, los fracasados, los que fallaron, ¿pero lo somos? Ojo, tampoco digo que esa lectura sea un fiasco, un bodrio, o irrecomendable. Simplemente no somos compatibles y, al igual que una relación, a veces debemos separarnos para vivir en paz.
Y creo que no todos lo sabemos, por eso caemos en los distintos niveles de toxicidad. Hoy vamos a aprender a reconocerlos.
El amigo de mi amiga
Este caso sucede cuando alguien poco prudente te presta/presenta un libro y casi te obliga a aceptarlo. Encima, cada que te ve te pregunta: «¿Cómo te fue?», «¿ya llegaste a tal parte?», y tú, por amistad o tontera, no puedes decirle que estás en medio de una relación que no aguantas y que te falta muy poco para cometer un delito contra aquellas hojas empastadas.
El amor que avergüenza
No hablo de esa relación que mantienes con algunos géneros que disfrutas en privado, con una copa de vino y música relajante, no. Hablo de aquellas lecturas que no están acorde a tus valores, con las que te sientes incómoda al leerlas o tan solo recordarlas, pero debes hacerlo por obligación, por trabajo, estudio o cualquier otra presión. Un amor que no es liberador, que no transmite paz, no es amor…
La relación impostora
Quizá la más dañina y salada de los últimos tiempos. Es muy reconocible porque la anuncias con bombos y platillos: vas hablándole al mundo, o a las redes sociales, sobre tu nueva lectura, ya sabes, foto por aquí, foto por allá. Sin embargo, a la hora de la hora, cuando comienzas a entablar una relación cercana —hasta carnal— con el libro, resulta que no es lo que pensabas y decides engañar a los demás. Finges que es bueno, que te encanta, que te vuelve loca, y sí, te vuelve loca, pero del aburrimiento. Ay, cómo nos encanta mentirnos.
El Chernóbil de la lectura
La toxicidad pura, el tumor maligno. Hablo de la lectora infiel, esa que agarra cualquier libro para leer de manera paralela porque no se percata de que sigue amarrada al anterior. ¡Amiga, date cuenta! ¡Ya debes dejarlo ir! ¡No es para ti! ¡Vamos, suéltalo! Disfruta de tu nuevo amor, de una lectura placentera, casi orgásmica, y olvídate del que ya debería ser tu ex. Grita al mundo que esa historia no te gustó y pasa la página, o en este caso… ciérralo.
¿Cómo debes cortar con tu tóxico de turno? Yo tengo dos métodos, no sé si los mejores, pero me han servido. Uno: tomar el libro con ternura, cerrarlo, sujetarlo con ambas manos y refundirlo en el fondo del librero. Repetir esto hasta que encuentres al indicado o hasta que se llene el estante. Dos, o el que más disfruto: intercambiar el libro. No le estás haciendo daño a nadie intercambiando uno que no te gustó, quizá le presentas su gran amor al próximo dueño y con suerte, mucha suerte, llega el tuyo en ese intercambio.
Nadie podrá evitar que una mala lectura vuelva a caer a tus manos, pero, por lo menos, ahora podrás reconocerla más rápido y cortar el mal de raíz. Te deseo suerte en la búsqueda del amor, del placer y de los buenos libros.